lunes, 3 de diciembre de 2018

De búsquedas, certezas y pasiones

"Hay un grado de verdad que nadie puede entender por qué le pasa, pero que es evidente para un montón de gente" dice Lisandro Castillo. Partiendo de esa convicción, recorrer los tres Volúmenes de Güacho bien podría ser sentarse a ver si pasa, dejar que pase, disfrutar que pase. Nada debería ser explicado. Pero acá bailamos sobre arquitectura, y si lo que tiene que pasar finalmente pasa, si algún grado de verdad ocurre de manera inexplicable, aún así, como toda verdad, debe ser enunciada.

Foto: Manuel Cascallar

El primer minuto de Sol negro se reparte en mitades de riff potente y clima psicodélico. Recién entonces aparece la voz que enuncia desde la orilla del océano “Con un destino final que no sabe quién soy”. En tanto, el último minuto de El espinazo de la noche es un blues acústico que con aires de canto colectivo repite una letanía desde la memoria persistente: “Recuerdos, miles de recuerdos”. Entre uno y otro pasaron algo más de cinco años que se condensan en casi 2 horas repartidas entre los 3 discos.
Detenidas en ese instante inicial, las seis canciones que componen Vol. I-En la orilla del océano son un disco en si mismo, pero también funcionan como presagio. Vuelo submarino (segunda canción que además había funcionado como simple adelanto en una versión previa) anticipa consejo e intención: “Viajá, que no importa el destino”. Paralelamente, para esa altura del disco la banda muestra un despliegue musical con influencias y elementos que en proporciones variables conforman un sonido propio: riffs hardrockeros que se asemejan a cierto stoner, secciones instrumentales cargadas de psicodelia más cercanas al postrock, y (todavía en menor medida) tempos bluseros.
Aquel destino que se menciona a la orilla del océano tiene algo de no escrito. La propuesta no fue (aunque ahora, con los tres Volúmenes en los auriculares, así lo parezca) seguir unos pasos predeterminados, sino lanzarse al camino y ver que pasa. El guiño existe, está ahí, en las tres canciones instrumentales (la mitad de aquella primera producción). Las letras breves, la voz aún tímida y por momentos vacilante, nos ponen más en la búsqueda que en la certeza, más en dejarnos llevar por melodías y ritmos que en  fijar un rumbo. El cierre de ese debut es El regreso del capitán, un tema instrumental en sitar. Por sonido, melodía y clima, aparecía como un punto final con ribetes exóticos. Sin embargo, con la trilogía completa se puede reinterpretar como unos puntos suspensivos, entre relajante y reflexivo, que empalma con el inicio del Vol. II., una continuidad que se develaría casi dos años después.
Con ese bagaje y aquella intención enunciada en los dos primeros temas, Güacho concreta su primera gira por Europa, aún sin haber hecho demasiada presentación del material en tierras propias. Detalle seguramente inconsciente, pero que tiene mucho que ver con la intención primigenia. No se trataba de grabar tres discos, sino de vivir tres discos. Nada de lo ocurrido en ese trayecto es ajeno a la obra, sino parte, inspiración y fundamento de ella.
Así es que Vol II-Historias de viajeros empieza con una melodía vocal, acompañada de palmas. Un canto colectivo nacido precisamente en esa gira europea y titulado Los errantes, que en algo menos de un minuto nos introduce en lo que entonces era la nueva cara de Güacho. Si bien mantienen temas y pasajes instrumentales, hay mucha más letra que en Vol. I, la voz tiene mucha más participación, a lo que las estructuras rítmicas bluseras se adaptan mejor. Si en el debut los pasajes psicodélicos invitan a la búsqueda, estos tempos firmes acompañan el encuentro de algunas certezas. Balas policiales que matan pibes, una madre llorando en la comisaría el dolor no va lavar. Saben los ojos que a nadie le gusta tu cara, y que la libertad acondicionada es horrible, y que los niños hambrientos lloran. Pero también es cierto que ponerse de pie es el principio de caminar, y que de ese acto individual se desprende el acto colectivo, y entonces estamos todos en naufragar. La cita de la cita puede ser tomada como la expresión de una de las certezas que elaboró Güacho en este recorrido: precisamente el trabajo colectivo.
Llegando al final, aparece una voz profética que revelará una última y fatal certeza: no existe el camino, no existen las formas, ni misterio alguno en las horas robadas al sueño. Lo único que en realidad existe es la constancia pesada y firme de las cosas vivas. Por esa constancia (en el sentido de autenticidad) lo vivido se convierte en certeza, y por esa constancia (en el sentido de persistencia) la certeza se convierten en memoria.
“En el canto verdadero se van repitiendo huellas” afirma José Larralde, y Güacho le da la razón. Vol. III-La persistencia de la memoria invoca regularmente las ideas afianzadas en sus antecesores para darles un giro pasional. Si no existe misterio en las horas robadas al sueño la recomendación será: juega con las horas que ya no van a regresar. Si no existen las formas, lo que importa es sólo lo que llevas detrás. Aquellos ojos que saben son ahora ojos tristes, que paralizados piden a gritos volver a ver.
Un disco más habitado por pasiones que por búsquedas o certezas, que no tarda en establecer un diálogo con el bosque y el azul de sus sentimientos. El guiño al clima de época, La guerra grande, tal vez sea el núcleo de este fin de trilogía. Un rock fuerte que advierte el riesgo de olvidar, denuncia los mecanismos del poder, y expresa el dolor de una derrota que se presiente.
La novedad llega por la exploración musical de la banda, que a su sonido ya característico y afirmado agrega arreglos sutiles de teclados. Sonidos que al principio apenas se distinguen entre ritmos galopantes y melodias rabiosas, pero que ganan protagonismo a lo largo del disco hasta estallar en el anteúltimo track para anunciar el final con un clima psicodélico y nocturno. Solo resta dejarse caer de espaldas, los ojos fijos en las estrellas que los antiguos colgaron de un espinazo, y habitar ese mundo incierto de la noche y el desvelo. Bajo el cielo y en la oscuridad, la canción repleta de recuerdos. Miles de recuerdos...

Fotografía: F. Russi. Imaginería: L.A. Borzi.
Epílogo:
Casi como una tradición, Güacho preparó su tercer viaje a Europa con un show en Pura Vida. Cualquier comentario sobre la banda en vivo llevaría como mínimo otro tanto de lo escrito hasta acá. Apenas como detalle, aquella noche del 30 de agosto le tocó el homenaje a V8, cambiando la letra de La guerra grande: en lugar de "Que no deja morir ni volver a creer, que te dejará herido agonizando entre los valles" se escuchó "no dejan pensar, no dejan crecer, no dejan mirar pero por suerte puedo ver".
Pero más allá de lo anecdótico, también en la previa de su gira editaron un track adicional, titulado precisamente La persistencia. Algo así como un corolario de la trilogía, un rock denso con aires de instrumental, que completa la idea en su recitado: La memoria persiste, a pesar del ser humano.

Ficha técnica:
Vol. I-En la orilla del océano
Todos los temas compuestos y ejecutados por Güacho: Hernan Torres, Joaquin Castillo, Lisandro Castillo, excepto pista 6 ejecutada por Güacho y Gabriel Lopez, en sitar. 
Grabacion e ingenieria del aguante: Hernan Sileoni.
Mezclado por J.C. para Tomas del Mar Muerto
Masterizado por Juan San Martin.
Ilustracion: L.A. Borzi
TMM 2012

Vol. II-Historias de viajeros
Todos los temas compuestos y ejecutados por Güacho: Hernan Torres, Joaquín Castillo, Lisandro Castillo
Dejó la piel en esta aventura: Shaman Herrera.
Colaboró pirotecnicamente con su voz: Juan Martín Cianfagna.
Eduardo Morote aportó el negro de los parches en El ciervo.
El color en las cuerdas del atardecer pertenece a Felipe Maqui.
Piloteó en todas partes esta pesada nave: Pablo Barros.
Grabado en estudios Ion.
Mezclado en DDR, lo de Pablo y la guarida del mar muerto.
Masterizado en Magic Garden por Brian Lucey.
Ilustración L.A. Borzi
Tomasdelmarmuerto. 2014.

Vol. III-La persistencia de la memoria
Todos los temas compuestos y ejecutados por Güacho.
Hernan Torres, Batería. Joaquin Castillo, Bajo. Lisandro Castillo, Guitarra y Voz.
Julián Rossini teclados en el Idioma de los Bosques, Luz Mala y Droga del Anochecer (B. No se deja Olvidar). Eduardo Morote percusiones en Droga del Anochecer (A y B). Shaman Herrera voces en el Idioma de los Bosques, La Guerra Grande y El Espinazo de la Noche. Lucas Finocchi voces y coros en Droga del Anochecer (A. No te dejes Engañar). Florencia Russi cencerro abierto en Las Almas Dormidas.
Grabado en Estudio del Abasto al Pasto (por Alvaro Villagra y Pablo Dieguez) y La Guarida del Mar Muerto (por J.C.).
Asistieron con silencio y empeño Gabriel Ricci y Sebastián Lombroni .
Mezclado por J.C. para Tomas del Mar Muerto.
Masterizado por Brian Lucey en Magic Garden Mastering.
Fotografía: F. Russi. Imaginería: L.A. Borzi.
Tomas del Mar Muerto . 2017.

No hay comentarios.: